El congresista ‘Sarah’ McBride dejó a un lado el verdadero motivo por el que el apoyo al movimiento trans fue un ‘espejismo’.
La impopularidad y extremos peligrosos siempre fueron el final lógico en el que la ideología trans parecía estar precipitándose.
By: Abigail Nichols | June 26, 2025.
Congressman ‘Sarah’ McBride Missed The Real Reason Why Support For The Trans Movement Was A ‘Mirage’
“El congresista ‘Sarah’ McBride dejó a un lado el verdadero motivo por el que el apoyo al movimiento trans fue un ‘espejismo’”.
La impopularidad y extremos peligrosos siempre fueron el final lógico en el que la ideología trans parecía estar precipitándose.
El representante “Sarah” (Tim) McBride, un hombre travestido como mujer y que dice ser el “primer miembro identificado transgénero del Congreso”, trató de explicar a Ezra Klein del New York Times la semana pasada por qué la ideología transgénero es tan impopular, pero pasó por alto el motivo principal.
“Claro que lo que hemos estado haciendo desde hace años no ha funcionado”, dijo McBride la semana pasada en la entrevista.
La desmaña del transactivismo no se debe solo a la orden de Trump defendiendo el Título IX o a una orden parecida contra las cirugías trans a menores. De 2022 a 2025, más estadounidenses se inclinaron por políticas o leyes que eviten que los hombres participen en los deportes femeninos (del 58 % al 66 %), para hacer que sea ilegal que los menores se sometan a cirugías o hormonas que modifiquen de forma innecesaria sus cuerpos (del 46 % al 56 %), para exigir a los ciudadanos que utilicen los baños del mismo sexo (del 41 % al 49 %) y para prohibir la enseñanza de la sectaria ideología de género en los colegios (del 41 % al 47 %), según informó el Centro Pew de Investigación en febrero.
McBride argumentó que el apoyo al transgenerismo en 2016 y 2017 fue un espejismo de apoyo, ya que se acopló al movimiento del matrimonio entre personas del mismo sexo de los años 90 y 2000. Él también reconoció que los progresistas se pasaron de listo en el cabildeo trans, respaldando políticas quizá “apresuradas para un montón de gente”. “Nosotros, como coalición, íbamos entre la 2ª fase Trans y 3ª, cuando la gente todavía estaba en la 1ª”, dijo, insinuando que los debates sobre cuestiones trans necesitan más “sutileza”.
McBride tiene parte de razón, pero su argumentación no reconoció del todo los daños más importantes provocados por la ideología extremista de género, que los estadounidenses ya han presenciado con sus propios ojos. A decir verdad, la impopularidad y extremos peligrosos siempre fueron el final lógico en el que la ideología trans parecía estar precipitándose.
Ilusión de aceptación, realidad de daño.
McBride explicó que el impulso del movimiento trans se vino abajo porque sus activistas “perdieron el arte de la persuasión” y hubo una “campaña bien financiada para demonizar a quienes se autodeclaran trans” mediante estrategias de marketing e incluso campañas en redes sociales. McBride también afirmó que la razón por la que perdieron la “batalla trans” fue debido a que las historias trans dejaron de contarse, lo que permitió la “desinformación”.
En verdad, sin embargo, la gente común y corriente vio con sus propios ojos que el transgenerismo es por sí una ilusión de aceptación y una realidad de grandes daños. A medida que los hombres invaden los espacios de las mujeres y los médicos alientan dañinas prácticas trans en menores, estas políticas han conducido a un número incalculable de historias de terror, como la de Payton McNabb. Tras un mate de voleibol de un chaval al que se le permitía jugar en un equipo femenino del instituto noqueara a McNabb en 2022, “ella aún sufre dificultades de visión, parálisis parcial del lado derecho, ansiedad y depresión”, como informó el Washington Examiner en 2024.
En lo que respecta a los procedimientos trans en menores, los archivos filtrados el año pasado de la Asociación Profesional Mundial para la Salud Transgénero expusieron a médicos que “destruyen las barreras de seguridad incluso cuando saben que los menores a los que perjudican mediante cirugía y por medios químicos en realidad no pueden dar su consentimiento informado”, como escribió Nathanael Blake en estas páginas. Una revisión independiente también determinó el año pasado que no hay “pruebas convincentes” de que los bloqueadores de la pubertad, que cambian la vida, beneficien a los menores con disforia de género. El Tribunal Supremo hasta reconoció la semana pasada que las leyes que prohíben las cirugías trans en menores son constitucionales. Pese a todo, los burócratas de salud pública han sido cómplices en apuntalar estos procedimientos lesivos.
McBride tampoco mencionó que el transactivismo también ha contado con la financiación suficiente, respaldada por corporaciones que promocionan esta ideología a la comunidad. Target cambió su logo por la bandera del orgullo y vendió bañadores "respetuosos para plegar" para que los hombres que fingían ser mujeres pudieran disimular sus genitales en ropa de baño para mujer. Disney cambió una buena narrativa por el marketing ideológico LGBT. Bud Light siguió el tren del dinero del “mes del orgullo” cambiando su halo varonil por un hombre travestido como mujer gritando a los cuatro vientos sobre la “femineidad”.
Ciega sumisión.
McBride en esencia admitió que el movimiento trans fue una ciega sumisión a una causa que la gente no observaba con una lente crítica. Él alude que ya que la gente lamentó “haberse equivocado” con el matrimonio homosexual en los años 90, “apoyan los derechos trans, sin comprenderlo, porque no quieren volver a cometer el mismo error.” La gente comprometida con el frenético movimiento, se montaron a la “cresta de la ola sin fin”, como lo expresó McBride.
La periodista Madeleine Kearns dijo en 2019 que su experiencia con la comunidad LGBT “fue que no era de verdad una comunidad, más bien fue como una gran mezcla de gente que se sentía parte de una causa determinada por razones muy diferentes”. Kearns añadió que “todos estaban allí, al final del arcoíris, para reclamar su pepita de oro, que les había prometido la Campaña por los Derechos Humanos (Human Rights Campaign)”.
“Al final del arcoíris” estaba el compromiso con la pepita de las cirugías de mutilación trans y con aceptar que los chicos se apoderasen de los espacios de las chicas”. Como informó Becket Adams el 22 de junio, para seguir siendo un activista de los derechos trans, uno “debe creer que es un 'derecho' que se le extraiga el colon para reutilizarse en una falsa vagina. Es un 'derecho' someterse a un procedimiento en el que un paciente varón es condenado a una dilatación de por vida “para mantener el tamaño y la forma de su canal vaginal y mantenerlo abierto”, o de lo contrario su “vagina podría reducirse o cerrarse [de forma irreversible]”.
Pero la verdad se abrió paso entre el régimen de censura opresivo y el gran flujo de estrategias de marketing de los transactivistas, revolviendo convicciones morales sobre los peligros del sistema de creencias, y la gente comenzó a comprender que jamás valió la pena el destructivo tren trans. Como resultado, muchos negocios han dejado sus banderas del orgullo en sus estanterías polvorientas durante el “mes del orgullo” de este año.
Con todo, como Blake señaló hace poco en estas páginas, la predisposición de los estadounidenses a favor de un “blandengue término medio” indica que todavía estamos en un terreno resbaladizo.